Soñé que tú me deseabas, que deseabas todo de mi, y por alguna razón que te impulsó me lo hiciste saber sinceramente y sin miedos.

Me dijiste que te hiciera tuya, que querías hacer el amor como nunca y sin miramientos.

Lo hicimos, cómo dos jóvenes, y empezó a llover. Recuerdo que La habitación era como un jardín botánico, nos dabamos caricias calculadas y besos calculados y con mi lengua en tu espalda escribía tu nombre.

Afuera la lluvia desafinaba, y dentro otra lluvia de confeti en tu vagina estallaba.

Mi cuerpo estaba en tu cuerpo, nada nos separaba y mi alma nos miraba desde el techo con cara rara.

Me pedías mucho tiernamente, que te complaciera de mil maneras. Lo que más disfrutamos juntos fue lo que te hice con mi boca, con toda la calma y el amor que mas podía sentir, despacio, lentamente, acaricié y besé tus piernas, separé la una de la otra, me deslicé entre ellas y empecé a saborearte; agarrabas mi cabeza, mi cabello y me apretabas hacia ti con fuerza, gemias, gritabas y sonreías.

Paso un tiempo... Quizá fue la pequeña muerte del orgasmo la que reflejó una blancura en mi sueño.

Te dije mirandote a los ojos que, siempre, cuando te duches recordarás esta lluvia, y qué tú, tu, mi adorada Lin, siempre estarás en mi memoria.